ELUs por El Mundo: Bea Vazquez de Miguel – Santiago de Chile, Chile

02 OCT

¿Cómo es que has decidido irte a Chile y que tal ha sido tu llegada las primeras semanas?

Siempre había querido conocer Latinoamérica, y en concreto Chile me llamaba la atención por su gran diversidad, su abanico de oportunidades y porque, sinceramente, era bastante desconocido para mí.

Viajé a Chile un mes antes de empezar mi intercambio académico para realizar un voluntariado con una comunidad de Religiosas del Sagrado Corazón establecida en Michaihue, un barrio muy humilde a las afueras de la ciudad de Concepción. Esto me permitió conocer una realidad de Chile muy diferente a la que luego conocería en la Universidad en Santiago, y es que Chile es un país de enormes contrastes. Detrás de las grandes cifras que posicionan a Chile como una de las economías emergentes de Latinoamérica, se esconden muchas historias de pobreza y desigualdad social.

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En Michaihue viven muchas familias que han sido realojadas en viviendas estatales que anteriormente vivían en campamentos de chabolas dentro de la ciudad. Allí colaboré en la Fundación “Con tus Manos”, dando apoyo a talleres para mujeres y jóvenes, y reforzamiento escolar para niños. Y conocí a las personas que más me han enseñado en mi estancia en Chile, verdaderos ejemplos de superación y esperanza.

¿Qué tal ha sido la integración con los chilenos y cómo vivías tu rutina diaria?

Los chilenos son muy acogedores, tratan al extranjero fenomenal y, en general, tienen mucho aprecio por los españoles. En la Universidad enseguida me integraron como a una más, invitándome a salir con ellos, a sus casas y a sus planes. Apenas me junté con estudiantes de intercambio de otros países, sino que “me la pasé con puros chilenos” (como dicen por allí), por lo que fue una inmersión completa en la cultura y vida de Chile.

Vivía en Santiago, una ciudad grande, con mucho humo, muchos contrastes y rodeada de espectaculares montañas, los Andes y la Cordillera de la Costa. Durante el día iba a clase, a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, una Universidad llena de vida y movimiento estudiantil. Por las tardes aprovechaba para bailar, que es mi gran pasión, así que me apunté a clases de tango, salsa y bachata, que ofrecía la Universidad, y también me junté con un grupo de chicos que practicaban break-dance en una localidad al sur de Santiago. Por las noches nos reuníamos en mi apartamento, donde vivía con otras dos españolas, o en el de algún amigo para tomar “once” (equivalente a la cena), o tomábamos chelas y “terremotos” en el bohemio barrio Bellavista, con sus calles llenas de murales de colores y bares. Los fines de semana aprovechábamos para hacer escapadas y visitar lugares cercanos a Santiago, como Valparaíso o el Cajón del Maipo. Aunque muchos otros nos quedábamos disfrutando de la vida de Santiago, haciendo fiestas en los parques al ritmo del djembe, el güiro y la guitarra, y cantando cumbias hasta el amanecer.

Viajes, Aventura, Expediciones ¿Alguna anécdota interesante?

Durante los siete meses que estuve en Chile aproveché para conocer gran parte del país. Durante las vacaciones de las Fiestas Patrias, que son el mayor acontecimiento del año en Chile, pues durante una semana se paraliza el país y solo se “carretea” (festeja), fui con una amiga, Miriam (compañera española de la carrera), a recorrer el sur de Chile. Pucón, Villarica, Valdivia, Puerto Varas, Chiloé… lo más impresionante de todos aquellos lugares es la imponente naturaleza. Lagos rodeados de volcanes, montañas que rozan el cielo y parajes apenas tocados por el hombre donde puedes desconectar de verdad de la civilización.

Los otros dos grandes viajes que realicé los hice en diciembre y enero. Estuve un mes recorriendo el norte de Chile, Bolivia y Perú con mi amiga Miriam, sólo con nuestra mochila y una ligera idea de dónde queríamos ir, improvisando el viaje en el camino, impregnándonos de todos los lugares, la cultura y conociendo a muchísima gente. El desierto de Bolivia y la selva peruana fue lo que más me gustó. Además tuvimos la oportunidad de culminar nuestra estancia en Chile conociendo su confín, la Patagonia, el fin del mundo, y los paisajes más impresionantes que he visto en mi vida.

Algunas de las anécdotas más interesantes de nuestros viajes fueron las conversaciones que tuvimos con la gente, y sus creencias en la magia y lo sobrenatural. En Chiloé, una isla al sur de Chile, estuvimos alojándonos con una pareja de señores mayores que vivían en una granja, y se pasaron una velada entera hablándonos sobre sus experiencias con el Trauco, la Pincoya y los Brujos, seres fantásticos que viven en la isla. En el desierto de Atacama, un guía turístico, nos contó cómo sus abuelos eran de los últimos atacameños que hablaban su lengua nativa, pues las generaciones anteriores habían forzado la desaparición del lenguaje para no transmitir secretos demasiado valiosos, y peligrosos si se usaban mal, como para que cayeran en “manos blancas”. En Chincheros, un pueblo cercano a Machu Picchu, unas niñas nos guiaron a unas ruinas incas por un camino que sólo conocía la población local, y nos precavieron que no anduviésemos más allá de una zona, pues había un puente espacio-temporal que conectaba con las ruinas de Machu Picchu y muchos viajeros habían desaparecido allí.

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¿Qué cosas te han gustado más en estos últimos meses estando allí?

La experiencia como estudiante en la Universidad de Chile fue una de las cosas que más me gustó. No había día que la Universidad no me sorprendiera con algo. Manifestaciones, elecciones al consejo de escuela, asambleas, conciertos, memoriales por las víctimas de la dictadura… La Universidad es un hervidero de ideas, arte, protestas y política. Los estudiantes son muy conscientes del papel de la Universidad como agente social, y se encargan de establecer una “opinión estudiantil oficial” ante los problemas actuales o debates de Chile, que dialogan en asambleas, por ejemplo, ante la reciente reforma tributaria. Las elecciones a los representantes de estudiantes también son todo un acontecimiento, y la Universidad se llena de campañas políticas ideadas y dirigidas por los propios estudiantes que se agrupan en colectivos políticos.

De la forma de vida de Chile lo que más me gusta es que, en general, se toman la vida con más calma. Planifican menos todo, disfrutan más las oportunidades que se presenten en cada momento, confían en que las cosas van a salir, se dejan sorprender y, en general, son más “de piel”. Me di cuenta de que nuestra mentalidad europea es excesivamente planificadora y racional a veces, y que está bien en ocasiones olvidarse de pensar tanto y sentir más.

Otra de las cosas que me ha encantado es todo lo que he aprendido de la historia de Chile y su cultura, tan ligada a la nuestra y ¡tan poco enseñada en España! El conflicto con el pueblo Mapuche, que sigue sin resolverse; la herencia de la dictadura, tan reciente; los experimentos de la Escuela de Chicago en la liberalización de la economía, las grandes desigualdades que se esconden tras las cifras, la crisis de identidad de “lo chileno”, los nuevos reclamos de la gente joven ante una sociedad muy conservadora…. Miles de elementos que hacen de Chile un país muy interesante y fascinante.

Pero, sin duda, de las cosas que más me han gustado de Chile, y también de Bolivia y Perú es la naturaleza. Estando allí se es consciente de que la Tierra está viva de verdad, para empezar, porque cada dos por tres tiembla y se siente. Pero además, porque es espectacularmente grandiosa y preciosa. Se entiende perfectamente porqué los pueblos indígenas veneraban a la “Pachamama” (Tierra) como lo hacían. Y con tristeza, es difícil no pensar en que fueron nuestros antepasados los que, en parte, acabaron con esas culturas que vivían en armonía con la Tierra.